¡Nuestra Tierra es una sola. Cuidémosla!


miércoles, 26 de mayo de 2010

Ejercicio de lecto-escritura Nº 2

Es más fácil oír que escuchar
Jaime Lopera


QUIÉN LO HACE MEJOR

Sabe comunicarse realmente quien escucha y no quien mejor se expresa. Es algo complicado, comprender que existe un nivel medio en la convivencia y el logro de la armonía.

No es más importante lo que tengamos que decir que lo que podamos escuchar o recibir; allí entran en juego, el respeto, la consideración y la valoración de otras personas.

Nadie piensa que al recibir amor, implícitamente, adquiere el compromiso de darlo. Es un tema delicado. Debemos dar una respuesta ¿Pero será precisamente la esperada por el emisor? No lo sabemos con exactitud. Todo depende de la situación o el contexto.

Quizás, alguien podría recibir una manifestación de afecto, y hallar un reflejo de sus propios sentimientos; sin embargo, también podría ver venir el inicio de un conflicto o la ruptura de una amistad.

¿Comunicar conlleva riesgos? Uno muy grande, la incomprensión. Para ser escuchados, necesitamos la disposición del otro. Se requiere un tiempo y un espacio adecuados. Ceder minutos o metros no disminuye en absoluto nuestra personalidad.

jueves, 20 de mayo de 2010

Lecturas recomendadas

Conectar con los más pequeños


Muchas veces hablamos a los niños como si fueran adultos. Pero nuestras palabras son muy poco estimulantes para ellos, y no despertamos su interés. ¿Cómo podemos comunicarnos mejor con los niños?

Cuando mi hija empezaba a leer, un día, libro en mano, me preguntó:

- Papá, ¿qué es generoso?

Se lo intenté explicar lo mejor que pude. Le conté que ser generoso consiste en dar a los demás, en compartir las cosas, en no quererlo todo para ti...

- ¿Lo has entendido? -Le pregunté-.

Al tiempo que corría por el pasillo hacia su habitación, oí que me contestaba:

- Creo que si.

Pasaron algunas semanas, y una tarde me volvió a preguntar:

- Papá, ¿Qué era lo de generoso?

Batalla perdida, pensé. Quizás lo había entendido en su momento, pero evidentemente no lo había interiorizado, y por ello ya no lo recordaba. Probé con otra estrategia: en lugar de insistir con mis explicaciones, le conté una historia. Un ejemplo de generosidad de una persona muy cercana a ella: su abuela. Escucho atentamente mi relato con los ojos abiertos como platos, y una gran sonrisa en sus labios. Yo noté que esta vez algo se estaba moviendo dentro suyo.

Algunos meses más tarde, volviendo de la escuela me dijo:

- ¿Sabes papá?, hoy en el “cole” hemos hablado de lo de ser generoso. Y yo les he dicho: “como mi abuela”.

Ahora estaba seguro: no sólo lo había entendido, sino que probablemente lo recordaría para siempre.


Conectando con los niños.

“La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento”
Anthony deMello

Como adultos, estamos acostumbrados a comunicarnos mediante explicaciones conceptuales. Un código de comunicación que compartimos y que permite que nos entendamos perfectamente entre nosotros. Lo utilizamos cuando nos comunicamos entre adultos, y por extensión lo utilizamos también con los niños. Pero la mente infantil es poco receptiva a este código. A los niños les entrar en el significado de los conceptos, y aunque los pueden entender, difícilmente los recuerdan por mucho tiempo. Las explicaciones conceptuales calan muy poco en sus mentes infantiles, y les llegan muy poco. Por eso nos parece que tenemos que repetirles doscientas veces las cosas para que las asimilen, cuando lo que ocurre es que no les interesa lo que les contamos. Y es que sin darnos cuenta, les hablamos en un código de adultos, que los adultos entienden y comparten, pero que a ellos les es completamente ajeno.

Pero comunicarnos con los más pequeños no es difícil. Exige solamente un cambio de código. Hemos de abandonar las explicaciones conceptuales y cambiarlas por la narración simbólica, es decir, las historias, los cuentos, las metáforas, las vivencias, o cualquier otro recurso narrativo que se nos ocurra.

Podemos explicarle a un niño veinte veces la necesidad de comer verduras. Ni le interesará ni lo comprenderá realmente. Pero una buena historia, con un héroe alimentado de verduras (al más puro estilo de Popeye y sus espinacas), le transmitirá perfectamente la idea, y no lo olvidará fácilmente.


El poder de las historias

“La mente es una criatura metafórica”
Michael A. Arbib

La mente de los niños es especialmente sensible a la fantasía. Y lo que es más importante, como son muy listos, son perfectamente capaces de conectar esta fantasía a su vida real aprendiendo de las historias.

Los cuentos o las historias comunican mucho más que las meras explicaciones. En primer lugar, porque el niño las visualiza, las imagina, las vive. Se las hace suyas, atesorándolas y fijándolas en la memoria. En segundo lugar porque conectan con sus experiencias y con todo lo que ocurre a su alrededor. El niño le da significado a la historia estableciendo precisos paralelismos con su vida. Las historias conectan con vivencias y realidades que son únicas e individuales de cada niño que las recibe. Y en tercer lugar, porque las historias mueven emociones, cosa que difícilmente hace una mera explicación. Mover sentimientos es una clave esencial para fijar el recuerdo. No sólo en los niños, también en los adultos, las cosas que sólo se entienden, se olvidan. Las que además se sienten, se recuerdan para siempre.


Historias para educar y para transmitir valores.

“Los cuentos son para los niños una parábola de la vida”
Dr. Eduard Estivill

Los niños se encuentran inmersos en pleno proceso de desarrollo de su personalidad. Es un momento crucial para que entiendan el significado de determinados valores, y para que den sentido a sus comportamientos. Es una etapa en la que necesitan información, y quieren comprender el significado de muchas cosas que ocurren a su alrededor. Y nosotros, como adultos, también nos vemos en la necesidad de explicarles muchas cosas que no son fáciles de explicar.

La separación de los padres de un amigo, la venida al mundo de un nuevo hermano, un compañero de clase que viene de un país lejano y no habla nuestro idioma, la muerte de un abuelo... hay mil cosas que vamos a tener que explicar a los niños porque son situaciones que ya están viviendo o que un día les tocará vivir.

A veces no sabemos “ni como ponernos a ello”. Sin embargo, es mucho más fácil de lo que parece. Nos basta con buscar, o inventar, una buena historia. Una historia que haga que el niño se meta en la situación que le queremos contar. Que la viva en su imaginación y la llene de fantasía. Si lo hacemos así, nos daremos cuenta que las preguntas vienen solas e inmediatamente al término de nuestro relato, prueba de que la historia ha despertado en el niño todo lo que tenía que despertar.


Cuentos para transmitir afecto.

Cuando explicamos historias a los más pequeños, además de educarles o enseñarles algún concepto (si la historia está pensada para ello), obtenemos un beneficio adicional: establecemos un fuerte vínculo de afectividad. A través de un cuento compartimos con el niño un espacio de fantasía que él aprecia y valora especialmente. Y de alguna manera, nosotros mismos acabamos siendo parte de la historia. Porque el cuento que le contemos tendrá los matices y la fuerza que le demos a través de nuestra entonación, de nuestra particular manera de contarla. Esto genera una gran complicidad con los pequeños, que querrán que le repitamos el cuento una y otra vez, exactamente con las mismas palabras, con las mismas inflexiones, sólo para disfrutar del momento.

Este es un efecto que si nos paramos a pensarlo no nos es en absoluto ajeno. Porque es exactamente igual a lo que nos paso a nosotros de pequeños, con los cuentos que nos contaban nuestros padres, y que esperábamos con impaciencia cada noche.

Cuentos para mantener el recuerdo.

Es bueno que los pequeños conozcan a sus antepasados, que tengan una historia familiar y que conozcan a toda la “saga”. Es bueno también que recuerden a los que ya nos han dejado, y a los que han tenido un papel especial en sus vidas. Todo esto lo podemos contar también con las historias. Historias que haremos a medida, y en las que los personajes y los héroes serán estos familiares a los que queremos recordar.

El recuerdo contiene siempre una importante dosis de distorsión. No nos debe preocupar que tenga, además, una buena aportación de fantasía. Lo importante es asegurarnos que lo mantenemos vivo.


“Jugando” con las reglas.

Otro aspecto fundamental en la comunicación con los niños es el establecimiento de normas o de pautas de conducta. También aquí el código que utilicemos será crucial.

Es difícil que un niño “entienda” que debe despertarse a las 7.15, que tiene que estar desayunando a las 7.35, y que a las 8.00 hay que salir hacia la escuela. Se lo podemos repetir cien veces que no lograremos mucho. Y recordar las normas cada mañana al tiempo que nos enfadamos porque vamos con retraso no ayuda mucho. ¿Cómo puede hacerse cargo un niño de lo que significa todo esto?. Hacer un juego de todo ello es mucho más efectivo. Marcar en el reloj de la cocina una gran línea roja, “jugar” a acercarse a la línea, hacer de los últimos minutos unos momentos de máxima expectación, y premiar con un punto la victoria convierte la norma en un reto. Y hará que la recuerden, y sobretodo que la aprendan.

¿Que no estamos muchas veces para juegos? Debemos saber que si recurrimos a la norma explícita, y a la “bronca” no la acabaran de comprender. Sabrán que les están riñendo, pero no sabrán exactamente porqué ni qué tienen que hacer para solventarlo. Es cierto que no todas las normas admitirán un juego, pero si una dosis de fantasía, una metáfora o una pequeña historia. Y es bueno que lo hagamos, porque es su lenguaje, y lo que queremos es que nos entiendan.


Bienvenidos al mundo de la fantasía.

Hay un montón de historias que nos van a ayudar a comunicarnos con los pequeños, desde las historias clásicas hasta los libros de cuentos que se han publicado especialmente para transmitir determinados valores. Pero nuestra imaginación también debe ponerse en juego en este punto. Si queremos conectar con nuestros niños, nada tiene más poder que una historia propia. Inventemos personajes. Démosles vida. Movámonos en mundos imaginarios para dar nuestros mensajes y crear estrechos vínculos. Todas estas historias creadas, todos estos personajes inventados, nos serán de gran ayuda cuando necesitemos transmitirles algo. Ellos hablarán por nosotros, nos ayudarán a poder crear reglas, a poder explicar mejor nuestros mensajes. Estos personajes acabarán formando parte de la familia por un tiempo, y harán un maravilloso trabajo. Yo elegí un pulpo que hablaba, que se nos había “colado” en el coche en nuestro último viaje a Menorca... y aquel pulpo, que tenía nombre y que acabamos dibujando en una gran cartulina, me ayudó muchísimo a explicarles muchas cosas.



Olvidarse de la razón. Atender a su lógica.

Los niños son extremadamente listos. Y tienen una lógica aplastante. A los cuatro años, el primer día que fuimos a esquiar, mi hijo andaba buscando la “tele” del telesilla: “ ¿Los telesillas no son sillas con tele?” –me dijo-

No caiga en la tentación de explicarle que “tele” es lejos, que “televisión” es una visión remota, o que “telesilla” son sillas que te permiten cubrir una cierta distancia. Conecte con su lógica y métase de lleno en su fantasía. Es usted quien ha de ir a su mundo, no traerlos a ellos al nuestro... todavía.

© Ferran Ramón-Cortés 2008. Todos los derechos reservados. Información general. Desarrollado por: Tempo Interactiu Producció multimèdia

martes, 18 de mayo de 2010

Unidad II Lectura

TIPOS DE LECTURA*


Lectura Literal

Este tipo de lectura es el más habitual en la institución escolar. Se basa en el reconocimiento de la información explícita de un texto y a veces nos lleva a engaño porque nos brinda la ilusión de que el texto realmente se ha comprendido.
Tradicionalmente, y así lo podemos comprobar en los libros de texto que aún hoy se siguen usando, se le pide al niño que lea un texto y que conteste una serie de preguntas relativas al mismo. Estas preguntas se pueden contestar con la información, con los datos que se ofrecen explìcitamente. Lamentablemente no se va a más allá.
Comprender la información literal de un texto significa ser capaz de reconstruir, con otras palabras o no, lo dicho por el autor. Lograr esto es importante porque es el primer paso hacia la comprensiòn. Sin embargo tenemos que reconocer cierto mecanismo: la participación del estudiante se reduce a repetir, armar y desarmar lo dicho por el autor. Además, atenerse al significado literal de un texto puede llevar a una interpretación errónea de su sentido, tal es el caso de la ironía.
En esta instancia de lectura literal, el alumno debe ser capaz de:
• Reconocer o retener el argumento.
• Reconocer o retener el orden de los acontecimientos,
• Reconocer o retener los rasgos de los personajes,
• Reconocer o retener algunos detalles,
• Reconocer o retener datos concretos explicitados en el texto.



Lectura inferencial

Este tipo de lectura posibilita aprehender la información inferencial o implícita.
La información literal tiene como fin la creación de un mundo que refleja o remite al mundo real. El lector se debe apoyar en esa información dada para poder alcanzar la otra cara del texto, descubrir lo que no se dice o apenas se sugiere.

En este tipo de lectura el énfasis está puesto en el aporte del lector. Es él quien recrea el texto, lo comprende, lo interpreta y le da sentido según su subjetividad (su visión del mundo, su escala de valores, necesidades, intereses, experiencias, etc.)
Para desarrollar este tipo de lectura se deben enfatizar algunas estrategias fundamentales de la comprensión lectora. Es necesario que el lector elabore predicciones y las corrobore con el texto, que infiera constantemente, que asocie el texto con la vida.
Se requiere una mayor autonomía por parte del lector, una mayor libertad en el manejo del texto, pues no deberá atenerse a los significados de base de las palabras que lo componen, sino a sus connotaciones. Pero para entender los significados connotados de las palabras se requiere traerlas a la vida diaria, a situaciones y contextos específicos.
Este conocimiento y dominio de las significaciones de las palabras es, tal vez, lo que más dificulta la comprensión lectora, la aprehensión de la información implícita, porque el nuevo lector no conoce todavía todo el espectro significativo de cada palabra y muchas veces lo único que encuentra y reconoce es el significado de base.
En el campo de la significación, específicamente en la connotación de las palabras, nos enfrentamos con otro problema: los significados cambian, las connotaciones varían mucho. Este tipo de lectura es el más difícil para el lector que se inicia, pero es también lo menos que el sistema educativo debe brindarle al estudiante para que pueda manejarse en el mundo de la cultura escrita.
Recordemos que el texto es incompleto y expansivo; es el lector quien lo completa. Es más lo que debe aportar el lector que lo que brinda el escritor. Este da únicamente una información literal (con las pistas necesarias para alcanzar la otra información) y el lector debe aportar los conocimientos previos, la información implícita (mediante procesos de inferencia y asociación) y la información de otros textos presentes o relacionados con el que se está leyendo.
En este tipo de lectura el alumno debe ser capaz de:
• Predecir información futura, de manera acertada
• Inferir lo que no se dice expresamente
• Relacionar informaciones diversas
• Descubrir relaciones causa-efecto
• Distinguir hechos de opiniones
• Distinguir lo fundamental de lo accesorio
• Relacionar el texto con su mundo, con su experiencia.
• Seleccionar, clasificar y organizar la información
• Justificar, a partir de la información literal, la interpretación del texto

Lograr que el alumno alcance esta instancia de comprensión significa haberle dado las herramientas necesarias para que capte la totalidad de un mensaje.


Lectura apreciativa

Cuando el lector se ha apropiado de la información explícita e implícita y ha establecido una relación interactiva con el texto y su mundo, su experiencia, puede emitir juicios subjetivos validos sobre lo leído. Si el lector es capaz de captar la totalidad significativa de un texto puede juzgarlo según sus propios criterios, su sensibilidad, sus emociones.
En este tipo de lectura el alumno debe ser capaz de:
• Descubrir los aciertos y desaciertos del autor con respecto al mundo creado dentro del texto y al mundo exterior al que remite
• Distinguir la originalidad o la falta de originalidad en el texto
• Reconocer lo novedoso en el planteamiento del autor
• Juzgar la veracidad de lo leído
• Reconocer la coherencia o incoherencia en el mensaje
• Descubrir los aspectos que dan claridad u oscuridad al texto
• Percatarse de las emociones que le despierta el texto

Se trata de estudiar el texto, analizarlo, para poder dar una opinión fundada sobre el impacto que causa. Se fortalece así el pensamiento independiente, el pensamiento divergente. La variedad de opiniones dependerá de la subjetividad del lector y de los controles que el mismo ejerza.

Lectura crítica

El lector crítico trasciende el texto mismo. Está en capacidad de emitir un juicio no subjetivo sobre las ideas expuestas, el estilo del autor, los personajes, etc.
El lector debe ser capaz de evaluar el texto tomando en cuenta sus propios criterios, los puntos de vista del autor y otros criterios propuestos (crítica literaria, movimientos intelectuales, etc.)
El lector crítico debe iniciarse en el colegio a través del comentario de textos donde involucre sus ideas y las ajenas.
En este tipo de lectura el alumno debe ser capaz de:

• Reconocer las características que distinguen a un escritor de otros escritores.
• Sacar la visión de mundo del autor a partir del texto
• Establecer comparaciones entre la visión de mundo del autor y la propia
• Reconocer la presencia de otros textos (intertextualidad) en el texto leído
• Interpretar la obra a partir de los criterios del autor, los propios y otros.



EVALUACIÓN DE LA LECTURA

Normalmente de las evaluaciones de lectura realizadas en la escuela se enfocan en los aspectos menos importantes dentro del proceso, como la correcta oralizaciòn de todas las palabras que aparecen en el texto, la velocidad y el ritmo de la lectura (lectura oral). Todo esto lleva al niño a concentrarse en lo impreso y a dejar de lado la obtención de significado. Por esto, es común que al finalizar la lectura, cuando se pide al niño que diga lo que recuerda para evaluar su comprensión, resulta que recuerda muy poca o casi nada de la información leída. En estos casos, no se está evaluando la competencia real de la lectura, sino el desempeño en una situación determinada.
Evaluar la comprensión que se ha tenido de un texto, después de haberlo leído, resulta difícil pues no es posible entrar en la mente del lector para conocer la cantidad de información que asimiló. La práctica más común de solicitar –al término de una lectura en voz alta- lo que se recuerde, sin desconocer su valor pedagógico, a veces es una prueba más de memoria que de comprensión.
Una forma de evaluar la “lectura comprensiva” es a través de cuestionarios o guías.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------* *Basado en: María del Carmen Ugalde Víquez, “Hacia una lectura activa” , La Nación en el aula, San José de Costa Rica, 1991.